Balcón Trianero

lunes, 27 de agosto de 2012

Antoñita Colomé: Con la vida en los tacones.

Antoñita Colomé: Con la vida en los tacones. 
 (Para ver las fotografías aumentadas, por favor hacer doble clip en ellas).
Triana y como cada año, hemos tenido la visita inoportuna de esa mujer enlutada que se llevó a uno de nuestros familiares, amigos u otras muchas personas muy conocidas y entre otros a Manuel Fraga Iribarne.- Antoni Tàpies i Puig.- Marcos Alonso Imaz conocido por su apodo Marquitos.- José Rubio Urrea, teatralmente como Pepe Rubio.- Francisco Valladares Barragán, el “pileño” Paco Valladares.- Antonio Mingote José María Zárraga – José Guardiola- Marisa Medina –   Pedro Macias – La Donna Adrián Gaines, como cantante: Donna Summer - José María Busto - Manuel Preciado Rebolledo.- Juan Luis Gallardo - Miguel Roqué Farrero, en el futbol: Miki Roqué - Paco Morán - José Luis Uribarri  y un largo etc.

         Cada Agosto también, parece ser que existen ciertos paralelismos que presagian entre el agro y el mundo artístico; la presencia de ella. Cuando en la Isla Mayor, "Jardines de arroz, centro de la gastronomía y paraíso de la flora y la fauna"; dicha gramínea empieza a declinar, tornándose sus tallos verdes en un color amarillo oro, anunciando que una guadaña múltiple mecánica cortará sus tallos en Octubre.
        
          En el escenario de la pantalla grande, o pequeña, en el campo balompédico o en lugares distintos; de la política, de las ciencias, de las artes, etc; la señora de horrible semblante, se hizo ver en estos días del estío, con su segadera inexorable, como para llevarse a Chavela Vargas o Sancho Gracia, Neil Armstrong, primer hombre que pisó la Luna y hace siete años, también se nos iba a la “Triana celeste": Antoñita Colomé, en este octavo mes del año en el calendario gregoriano, nombre en  honor del emperador romano Augusto Octavio.      

         En un dominical 28 de agosto de 2,005, cuando la actriz y cantante trianera, Antonia Colomé Ruiz, conocida artísticamente por «Antoñita Colomé», faltán­dole sólo siete años para ser centenaria, tomaría el guión impuesto por la “directora de la Sra. guadaña” y de un “papel” que nunca le hubiese gustado interpretar.

         No entraremos en la extensa biografía artística de esta gran dama del cine, a las que personas versadas en estas efemérides versarán sobre ello; pero sí quisiéramos acentuar parte de unas vivencias que tuvimos en los últimos días de su vida en Triana.
         Subimos al ático de un bloque de VV. en el barrio de Los Remedios (Triana la nueva) y nada más pasar el umbral de su piso, ya descubrimos en su propietaria de los buenos modales y atenciones (costumbres que desde que se inicio la democracia y como decía desde entonces la Real Academia Española de las Letras, «están en desuso».

         Aún recordamos aquel salón de color anaranjado, con un mueble en el cual se apiñaban portarretratos, premios, placas y otras distinciones; entre ellas una fotografía de su hija Eugenia Martín Colomé y de sus nietos, José Ignacio y María Eugenia. Allí departimos en diversas conversaciones durante varios meses en torno a las vivencias de su carrera artística; casi no era necesario el preguntarle, ya que con absoluta claridad, nos iba presentando cada uno de aquellos momentos sin apenas necesidad de matizaciones, nos habló mucho de sus ancestros, de su padre de su abuela «La Quica», de su nacimiento trianero, de sus estudios colegiales, de solfeo y de las enseñanzas en la fuente flamenca con su padre; Ricardo Colomé Lasso de la Vega                                                                                                                         
 
         Durante nuestras largas charlas, comentaba el pase por los estudios de la Paramount de París antes de cumplir los veinte años. Siempre admiraba a dos prin­cipales directores del cine, Benito Perojo y Edgar Neville.

            Los alrededores de la calle Juan Sebastián Elcano, quedaban envueltos con la gracia singular de Antoñita Colomé, pues tuvimos ocasión de verla entre sus vecinos enfundada en uno de los inviernos, en un abrigo de pieles y calzando un par de zapatos con tacones de aguja; con los cuales y por su menudita esbeltez, parecía ir desafiando continuamente la ley de la gravedad; pero con su feminidad paseaba su garbo por aquellas calles, denotando en su vestir y su comportamiento un total modernismo.

     Le saludaban todos, de manera especial cuando acudía a realizar las compras de abastecimientos, pan y otros artí­culos de diario. Después de su óbito hemos pasado por allí, por los supermercados, kiosco de prensa, restaurantes, frutería, panadería, vecinos del bloque, etc. y todos recuerdan con cariño a nuestra tria­nera universal.

     Ella tras el saludo, siempre se entretenía preguntando a sus convecinos por sus familias, sus trabajos, sus cosas y siempre que la conversación lo requería; ponía la cuñita de un chascarrillo o un comentario jocoso.

     Su casa la compartía con un pajarito enjaulado y su gato llamado «Curro», el cual quizás por su soledad, se nos presentaba un poco huraño. Un día vimos los tobillos de Antoñita con algunas “caricias” provinentes de uñas gatunas y ella con pajolera gracia nos indicaba que el gato «sentía atrac­ción amorosa» por sus piernas al carecer el minino de una compa­ñera.


      Durante muchas tardes fuimos tejiendo una sucesión continuada de cuanto había vivido, poniendo cierto énfasis en lo que ella consi­deraba lo más importante, bien por ser una meta difícil o por tener esa vivencia una carga de curiosidad. Nos regaló muchas fotografías y programas cineastas de mano; en las primeras y en más de un centenar de ellas; como fotogramas fílmicos nos fue explicando sus vivencias.

      Recordamos entre las mismas, la que se refería a la película «El negro que tenia el alma blanca», en la cual actuaba con pantalón corto (short) y mirándonos con su pícaros ojillos, su nariz respingona y con gestos vivarachos, compararía aquellas situaciones atrevidas con las de hoy que carecen de importancia; exclamando ¡Hay que ver, hay que ver que indecencia! y se ponía a reír junto a su generosa labia trianera.

      Con salero, hacía una versión de cuanto en aquellos años que quedaron muy atrás, citando la reunión de las vecinas del barrio en aquellos patios, corrales con cantes y bailes por sevillanas. Se daba buena cuenta – nos decía - de un potaje de chícharos con ajo e incluso se hacía buen acopio de avellanas verdes en las noches de la Velá.

     Tuvimos la oportunidad de comprobar su buena preparación, su don de gentes; eso que llamamos «mundología». Cuando hacía refe­rencia a alguna estancia en París, se expresaba en puro francés que luego nos traducía.


     Ya en las últimas visitas al piso de Antonia Colomé, en que le hicimos una de las últimas fotografías de su vida; se enorgullecía de los premios que se le habían dado, le prometimos que desde el modesto puesto de la Comisión de la Velá, intercederíamos en las reuniones que se produjesen por conseguir un acto que constase para la posterioridad de la grandeza de su figura.         
                                  
      El 23 de Julio de 1.997 miércoles, en el “Teatro Altozano” (es metafórica la forma de señalar) Adolfo Lama q.e.p.d (Delegado de Distrito) abrió un espectáculo que ABC entrecomilló, la voz de Triana; cuajado de composiciones de León Quintero y Quiroga y que la cantante Antoñita estaba muy identificada; a este momento se unió algún “lanzado” que no estaba en el “programa”pero se reconocía así más el cariño que tenían con ella.                                                                                                                                                                 

      El Delegado del Distrito, hizo hincapié de lo que representaba esta intérprete de la copla, consiguiendo ser una plenipotenciaria de Triana. Por otra parte Antoñita diría textualmente: “Me enorgu­llece recibir un homenaje de estas características en el barrio que me vio nacer como persona y que tanto ha apoyado mi carrera profesional; para mí es como dar las gracias a Triana con mi trabajo».

      En dicho año, también por la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas de España se le hizo donación de la medalla de oro junto a un homenaje de la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía. Precisamente a este acto fuimos invitados. En la misma fecha, ASECAN creó el Premio Antoñita Colomé al mejor intérprete andaluz y que durante muchos años ella entregó  personalmente. (Ver revista Triana - nº. 77 - Pag. 09).

           En estos momentos, al hacer un balance de parte de lo que nos contara, viene a nuestra imaginación como si se tratará de uno de los millares de fotogramas en sus filmes, su gran personalidad aderezada de su gran bondad, muy ufana, comunicativa, radiante, tremendamente risueña y quedamos literalmente perplejos ante su gran obra; no solo cine­matográfica, sino disco­gráfica como son las muchas canciones de los maestros Quintero, León y Quiroga, componiéndole un pasodoble especialmente para ella titulado La de la Puerta de Triana y de otros compositores como Azagra, Agüero, Valerio, con temas como bulerías, farrucas, tanguillos, zambras, romanci­llos, sevillanas y multitud de canciones. En definitiva fue una estrella que compartió luz con otras como; Concha Piquer, Imperio Argentina o Rosita Díaz Gimeno.

          Dentro de este relato personal, podríamos destacar una de las visitas que giramos a su casa y que nuestra artista siempre “actuaba” sobre la mesa que compartíamos sentados como si fuese la mejor butaca en un estreno de los renombrados cines de aquel tiempo y en una ocasión nos tatareó una de sus muchas canciones que se cantaron en Triana: 
                              Con un pañolito blanco
Como un clavel encendió
yo te entregué mi queré
te di el agua de mis labios
pa que carmaras tu sé.
Te di mi lunita clara,
te di mi blanco azahar.
en moneas de cariño
ya no pude darte más.
Y por cosas de la "via"
ahora me ves por la calle
como una desconocía.

¡Que se me sarten los ojos
si yo te vuervo a mirá!
Que la lengua se me caiga
si te vorviera a llamá!
Ojalá que tú cameles.
a quien no te quiera a ti
y te dé a probar las hieles
que tú me distes a mi!
Pero me queda er consuelo,
de que ar llegá tu hora mala
con un pañolito blanco
yo te taparé la cara.

Al revolver de una esquina
me di de cara con él
y se me puso el semblante
más blanco que la paré.
Me hise un nudo en la garganta
para no desirle ná
y seguí por mi camino
sin vorver la vista atrá.
¡ Qué delito he cometío
si solo te he cameláo
con tos mis cinco sentío!

Pero me queda er consuelo
de que ar llegá tu hora mala
tiese que ser mi pañuelo
er que te tape la cara.
 



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario