Balcón Trianero

viernes, 26 de agosto de 2016

Barco a vapor: Betis.-

En este estío del 16, se invita al colaborador de este B.T. para que se suba a su baranda, con un nuevo trabajo de un evento que asombró a toda una generación por el impacto que causaría a la arcaica tecnología de la época.
Es una crónica "in situ" del famoso periodista Manuel Chaves, llamado cronista oficial de Sevilla, testigo de este importante acto, también la importancia de que dicho invento que se realizó en unos astilleros trianeros, lo que puso de relieve la calidad del trabajo de la citada empresa a nivel mundial.
Por respeto histórico al citado documento, Manuel Mediano Vargas, no ha querido modificar ni una coma; al final se permitió escribir una pequeña reseña histórica, respetando el trabajo de tan insigne periodista. 
B.T., reconoce esa labor de incansable búsqueda que día a día viene realizando M.M.V. sobre noticias o informaciones de un carácter netamente verídicas.
Crónica periodística de la botadura 
del primer barco a vapor Betis 

EL BARCO DE VAPOR 
Crónica del ilustre periodista D. Manuel Chaves, testigo presencial de este evento que tanto dio que hablar en Triana y en toda la urbe hispalense, motivado por la implantación una nueva técnica en estas tierras, era “el vapor” y la aplicación de este a la industria y a la navegación, como es en este caso. 
“Aquella multitud que en día de primavera de 1817 ocupaban las márgenes del Guadalquivir desde el Puente de Barcas hasta Tablada, había sido atraída por un espectáculo nunca visto que le ofrecía caracteres de lo extraordinario y maravilloso". 
Como el 30 de mayo, fiesta del conquistador de Sevilla y fiesta también del señor don Fernando VII, que gobernaba en toda la plenitud de sus derechos, y libre de imposiciones constitucionales, habían dispuesto algunos festejos, tales como la reapertura del templo de San Luis, el descubrimiento del retrato de su Majestad, una función extraordinaria en el teatro, y unos juegos de “manejo de jineta” y carreras de cintas en la Plaza de Duque por la Maestranza de Caballería, pero el espectáculo que la concurrencia buscaba en el río tenía el atractivo de lo desconocido y de lo nuevo, alicientes harto propenso a mover la publica curiosidad. 
Figúrate, lector, que se trataba nada menos que de presenciar la botadura del primer barco que había que romper las aguas del río movido a impulsos del vapor. 
Diez años hacía por entonces que Roberto Fulton había lanzado con éxito al Hudson su Clemont (1807), y tres aproximadamente que el inventor famoso había muerto, cuando se disponía aplicar el vapor a una fragata, y era aquella gran conquista del progreso objeto de la atención de toda Europa y de los hombres de todos los pueblos cultos. 
Constituida en 1816 la Real Compañía del Guadalquivir y canal de San Fernando, para la corta y mejora del río, figuraban en ella los comerciantes de más medios de Sevilla y Cádiz, y deseando esta empresa ensanchar su esfera y respondiendo a uno de los útiles fines que movieron su creación, hizo construir en el astillero de los Remedios un barco con arreglo exacto al modelo de Fulton, obra que honró a sus iniciadores y que se realizó en plazo relativamente breve para las dificultades numerosas que necesariamente había de ofrecer la empresa. 
El barco estaba terminado en 1817, y para lanzarlo al agua (botarlo) se señaló el ya citado día de San Fernando comentando las gentes desde mucho antes el anunciado caso y haciéndose lenguas los entusiastas de aquella maravilla, que un papel coetáneo explicaba diciendo que se trataba…. un barco de máquina, el cual andaba con mucha rapidez a “impulsos de vapor de agua que calentaba una gran fogata que llevaba dentro”. 
Risueñas márgenes del padre “Betis” que visteis cruzar las cartaginesas naves, las formidables y pesadas embarcaciones de los normandos, la escuadra guerrera de Ramón Bonifaz y las galeras de Indias, con sus esforzados capitanes y audaces aventureros, cargados de los tesoros del Nuevo Mundo, en este día primaveral de 1817 vais a presenciar el paso de una embarcación que contra los vientos y las corrientes, y sin remeros que la impulsen, salva triunfadora las distancias y desprecia orgullosa los elementos. 
Son las primeras horas de la mañana: el barco de vapor, con chimenea, sus ruedas, resguardadas por caja de madera, y sus palos de poca altura, aguardaba solo que llegase el sacerdote que había de bendecirlo. Todo estaba dispuesto y los señores de la Real Compañía del Guadalquivir y otras personas llamadas al efecto se agrupaban al Astillero de Los Remedios, examinando el extraño barco con el mayor interés, haciendo los más diversos comentarios y dando muestra de una curiosidad de que nosotros hoy, acostumbrados a las diarias maravillas que la ciencia ofrece, no parecemos darnos cuenta de ellas. 
Con toda solemnidad bendijo el barco el canónigo y tesorero de la Catedral, don Juan de Prada, vicario castrense y terminado el rito, se procedió a la maniobra para botar al agua el barco, operación que se llevó a cabo en las primeras horas de la tarde, en medio del asombro de la multitud, que tenía fija las miradas en la alta chimenea, que arrojaba espeso humo, en las ruedas que se movían sin cesar entre blanquísima espuma y en el silbido de la máquina, que producían aquella extraña agitación, haciéndola prorrumpir en clamoroso vocerío. 
Para mayor lucimiento del acto que se celebraba, una banda de música ejecutó varias tocatas frente a Los Remedios, adornándose aquel lugar con unos y guirnaldas y las personas de significación que en un sitio preferente había sido instaladas, fueron obsequiadas con un refresco. 
El vapor “Betis” dio algunas vueltas por el río desde el puente (de barcas) hasta San Telmo, para que presenciara su marcha la concurrencia alborozada y suspensa, y haciendo diversas maniobras y pruebas que dejaron satisfechos a los técnicos y que merecieron las mayores ovaciones por los numerosos grupos de espectadores. 
Al caer la tarde un fuerte aguacero vino a pretender deslucir la fiesta inaugural; pero el barco de vapor, desafiando lluvia y vientos, siguió sus evoluciones hasta cerrar la noche, que quedó en la banda de Triana, orgulloso y como desafiando a las naves veleras que, ancladas en el puerto, habían presenciado la moderna maravilla…. 
“El Betis” comenzó su servicio público de viajes de Sevilla a Cádiz en Enero de 1824 y en el mismo año dos comerciantes Don Fernando de la Sierra y Don Juan Fontecha, mandaron construir en la villa de Coria el segundo barco a vapor, al que se le dio el nombre de “El Coriano”, y el cual, según la descripción de Herrera Dávila, en su guía de 1832, tenia dos máquinas, dos cámaras, una a popa y otra a proa, la primera con 68 asientos de caoba y la segunda con 86, tenía además dos camarotes de cuatro asientos, y el barco estaba forrado y claveteado de cobre y poseyendo para su defensa, pedreros, fusiles y lanzas. 
Del astillero de Los Remedios, como “El Betis”, salió en 1842 el vapor sevillano, llamado El Rápido que se votó en 8 de mayo del citado año, con la solemnidad que el caso requería, y los viejos que presenciaron lo perfeccionado de esta embarcación, traían a cuento la profunda e imborrable impresión que les produjera el barco de 1817, refiriendo este motivo detalle y pormenores que ellos habían visto con asombro y sus palabras que hacían sonreír no poco a los jóvenes 1842, más difíciles de la admiración de sus padres. 
Fecha memorable para el progreso y el adelanto de Sevilla aquella del viernes 30 de mayo de 1817: ¡bien merece unas líneas evocadoras, que lean con gusto los que tengan educado el sentido de la historia y sientan preferencia por la tierra hispalense!. 
Aquel día solemne en que por primera vez surcó las aguas del Guadalquivir un buque sin remos, ni velas, el catedrático de Física de la Universidad de Sevilla, Don Manuel Marín del Mármol, mediano poeta, pero excelente maestro de la juventud, repartió entre el elemento intelectual (que diría hoy) un folletito que había escrito con el título de “Idea de los barcos de vapor, ó descripción de su maquinaria, relación de sus progresos é indicaciones de sus ventajas”. 
Y las personas ilustradas que leían detenidamente el trabajo del señor catedrático, convenían en que el nuevo invento “era de gran utilidad” (“y tanta”) y que no tenía razón alguna los que atribuían la maravilla a cosa sobrenatural y diabólica. Sevilla agosto 1911.
Manuel Chaves - Cronista oficial de Sevilla.
Este documento está literalmente copiado, absteniéndome de hacer comentarios o introducciones que pudieran empobrecer el interés histórico del mismo. 
Como aportación histórica diría que todos los buques construidos en este astillero, estaban matriculados y foliados en Triana, lo que quiere decir que los mismos llevarían en su proa o popa la matrícula Mla –Triana. Folio.- 1234. 
Manuel Mediano Vargas -                                 Triana verano 2016+

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